
Capítulo 13: Misadventures in 8 bits -
We too feel drop out.
Esta vez haríamos uno de sus pasatiempos preferidos, fue pues en busca de su libreta y lápiz que ocultaba debajo de una roca afuera de Odín, los cuales acostumbraba llevar cuando iba a la escuela, realmente solo tenía en ella garabatos y dibujos raros.
Caminamos hasta el colegio, me mostró el camino para entrar sin que nadie la viera, fuimos hasta la parte trasera, toda esa zona estaba descuidada y solitaria, había mucho monte y árboles, uno en especial era alto y muy próximo a las rejas que bardaban la escuela, del otro lado había una especia de bodega donde estaban las instalaciones eléctricas de alto voltaje.
Ella se trepaba al árbol y a través de una rama gruesa que sobrepasaba la reja se cruzaba y saltaba encima de la bodega, yo no entré pero vi como lo hizo y quedé estupefacto cuando se bajó de la bodega dando un brinco, ni siquiera lo vi venir, pensé que se lastimaría gravemente al caer, creí que se había vuelto loca, pero aterrizó sin ningún problema esa altura que incluso yo no me atrevería a saltar pues si lo hiciera seguro terminaría lesionado, Molly increíblemente lo hizo con mucha naturalidad.
Una vez que recuperé el aliento le reclamé molesto: “¿En qué estabas pensando? ¿Por qué saltaste? Te pudiste haber lastimado mocosa.”, ella me miró confundida, no entendió la gravedad del asunto y solo me preguntó: “¿De qué hablas?”.
Así era como se colaba en la escuela, ningún maestro se imaginaría que una pequeña niña de ocho años con apariencia débil pudiera escalar peligrosamente un gran árbol y bajar por si sola ese edificio. Y para salir de la escuela, bueno, ese era otra hazaña igual de sorprendente que me dejó boquiabierto, pues por ese mismo sitio tomando carrera brincaba alto, ya en el aire se impulsaba con un pie sobre la reja para dar un segundo salto y así quedar sujeta del borde de la misma bodega, lo demás era pan comido (para ella), se subía a la estructura, regresaba por la rama por donde cruzó y bajaba del árbol sana y salva, todo esto en un abrir y cerrar de ojos y como si no hubiera hecho ningún esfuerzo.
Próximos a fuertes lluvias, las altas y frondosas nubes de algodón surcan nuestras desventuras, desbordando las gotas gélidas y ruidosas de agua que son incapaces de contenerse, dejan de pertenecer y pasan a ser de ningún lado, pasan a ser problema de una sociedad, ahora son una molestia, ahora es cuando usas un paraguas y detestas que te arruinen el día, la gente la evita, no la desean, no quieren que llueva, así era Molly, Molly en declive, la sociedad la consideraba como tal una muestra de un experimento fallido y por consecuencia de esa misma manera era vista por ojos afilados como bordes de bisturí que cortan profundo en el corazón.
Me tocó mirar como la miraban; ya sé que es un redundante mal juego de palabras, pero no estoy equivocado al decir que siempre es dolorosa una fría sentencia muda, y eso me hacía sentir impotente, quería ponerme entre esa línea del juicio “razonable” y reclamar a esa señora o sujeto:
“¡¿Por qué la miras de esa forma?! ¡Déjala en paz! Ella solo es una víctima, seguro algún idiota culpable habrá ¡vaya a saber! ¡Lárgate!”
Y así darles un golpe en el rostro y borrarles esa expresión de asco, pero nunca lo hice y eso me come por dentro, como si alguien masticara mi cerebro de goma dura, rechinando auto reclamos mentales porque me siento como tal una persona débil, una persona que causa lástima, una persona con un mundo en la cabeza pero con un lamentable y decadente vocabulario, un cobarde incapaz de decir lo que siente o de defender a la gente que aprecia o las causas que profesa, ¡maldición!, por ello me odie, sentí remordimiento existencial porque de alguna forma quería que Molly pudiese tener una sonrisa en su rostro todo el tiempo, de alguna manera terminé involucrándome con sus sentimientos.
Creo que no es necesario darle tantas vueltas al asunto, creo que le estoy contando esto a alguien que me entendería, ¿qué harías en mi lugar? Seguro sé tu respuesta, no es agradable ver la expresión de tristeza de un menor de edad y en general de nadie a quien le tengas cierto aprecio.
Alguna vez escuché en una canción:
“Todos se esconden del espantapájaros.”
En ese sentido somos iguales; ella ocultaba su verdadera personalidad de mí, y yo no me hallaba a mí mismo, no sabía de lo que era capaz realmente; a esa conclusión llegó Molly.
Irónico es que hemos empatizado entre escandalosas peleas incongruentes y con cada reto de miradas fruncidas trasmitíamos un pensamiento consistente:
“Gracias por estar a mi lado.”
Eso es en lo único que puedo creer, en que sin ella mis días serían los más aburridos y vacíos como lo parecen ser ahora. ¿A qué viene todo esto?, mmm... Bueno seguro como siempre pasé de una cosa a otra. Pero lo que al principio intentaba explicar era lo que yo considero el motivo de la conducta de Molly, pues ese rechazo hacia su persona ella lo reflejaba con resentimiento con los que podía desquitarse, pero como todo niño de su edad con bromas de mal gusto con un toque muy propio de su estilo cutre, cinismo infantil como sal que le quita lo simple a la vida; por un lado era gracioso y por otro más de trasfondo era preocupante.
Sujeto desde el otro lado, observaba entre las rejas como se escabullía, como en las caricaturas dando saltos en el espacio tiempo de un sitio a otro para aproximarse a sus desprevenidas víctimas, me echaba esa mirada inquieta y traviesa cada vez que podía, como cuando un niño ha aprendido algo nuevo y se lo quiere enseñar a su papás y les dice emocionado: “¡Mírenme, mírenme, mira, mira!” y una vez llamada su atención termina haciendo alguna tarugada que seguro solo a sus padres pondría orgullosos entre aplausos y halagos motivacionales, puff.
Pero de esto no sacaríamos un: “Bien hecho hijo, lograste pararte en un solo pie por más de 5 segundos.”, al contrario, romperé con esa atmósfera surrealista; se ocultaba, sosteniendo entre sus manos una rama, para cuando menos se lo esperaban ella tomaba carrera como si fuera su última vuelta, los emboscaba con una gran risa incontenible, espasmos de risa, “nocks-nocks” imparables hasta ahora por nada, tétrico, pero no sabía si reírme o regañarla. Me puse de nervios, sabía que nos íbamos a meter en problemas.
Como la primera vez que la vi; los chicos corrían gritando y tropezando, ella saltaba a los que se quedaban atrás, iba por quienes eran más veloces. Yo le gritaba en voz baja: “Molly déjalos en paz ¿qué estás haciendo?”, mis palabras temblaban por las tantas ganas de reírme y me contenía porque esa escuincla era lo máximo cuando se trababa de asustar, y no piensen mal de mí, sé que hacía mal, pero ¿qué puedo decir?; tenía ese toque de comedia inocente e inofensiva.
Molly nunca llegó a lastimar a ninguno de los niños, de hecho a nadie hasta donde yo sé, pero hay que reconocerlo, si fuera el padre de alguno de esos mocosos no me causaría mucha gracia, por supuesto los maestros escucharon el escándalo y salieron al poco tiempo, ella huyó como dije que lo hacía para salir de la escuela.
Como nota final, me queda decir que me llamó mucho la atención que los docentes llevaban consigo en sus manos objetos distintos, desde una larga regla, palos de escobas y hasta un tubo viejo y oxidado con filo, ¿en serio? ¿Le iban a dar de palazos con eso?, creo que las cosas se estaban poniendo un poco tensas, obviamente ya no les causaba tanto humor, bueno, en realidad nunca se los causo y en verdad las cosas no estaban “un poco tensas”; ya estaban más que fastidiados, iban muy en serio contra Molly.
Más delante de ese mismo día, caminando y tonteando como nunca (como si nos dedicáramos a otra cosa), llegamos a unas calles estrechas con puestos de comida, babeábamos deleitados por el olor, entonces percibí una mirada fuera de lo común, un sujeto de semblante pesado nos echó el ojo, “Estos vienen a robar.”; creí que pensaba, pero se hizo el desentendido y se metió a su local, desde ese momento me sentí muy incómodo, algo estaba a punto de salirse de control, tomé a Molly de la mano queriendo salir de ahí solo por mero presentimiento. Ella forcejeó un poco jugando, yo le dije:
—Vamos a otra parte, no me da buena espina este sitio.
—¡Pretextos para tomarme la mano! Tú y tus malas espinas hombre de paja, pareces cardo.
—Molly no estoy jugando. —Yo solo sonreía ansioso.
Entre malos argumentos hicimos tiempo, lo suficiente como para que saliera otro hombre muy intimidante de alta estatura de un negocio enfrente de nosotros, entonces por detrás uno más nos dirigió la palabra muy tajante: “Hey, ustedes dos.”, volteamos para ver a un padre de familia con su pequeño niño, que dijo señalándome:
—Ese señor, estaba con la niña cuervo.
Como si un relámpago hubiese caído en mi cabeza sabía que las cosas empeorarían; el niño estaba en la escuela esa mañana.
De los alrededores salieron algunas señoras y otros niños con los uniformes escolares aun puestos, mi corazón se aceleró y comencé a sudar frío, en sus caras había total disgusto, estábamos rodeados, ningún de los dos saldría librado, al menos eso pensaba yo, pero Molly tenía otros planes, que inesperadamente, no me incluían.
Su reacción también fue de sorpresa y sobre todo: de pánico, se puso a la defensiva y su mirada parecía esperar lo peor.
—Tranquila linda, saldrem...
NO, no hubo un “saldremos”, me dejó con la frase incompleta en la boca y solo le escuché musitar:
—Shut up and run with me.
Pero se volvió evidente que su prioridad tenía otra connotación:
“¡A la #$&/d@ todo y todos!, sal de aquí como puedas.”
Se nos fueron encima al mismo tiempo cerrándonos el paso, Molly no titubeó, sin pensarlo dos veces comenzó a correr, tal desajuste de realidad fue tan brusco que mi mano quedó suspendida en el aire como si aún estuviera sujetando la de ella. Solo puedo halagarle el hecho de que su cálculo de que todo se iba ir a la m$&/d@ fue muy acertado, no tendrían compasión y ella como “amiga” tampoco la tuvo.
Sin voltear a tras comenzó a esquivar desesperada a las personas, de algunos escobazos, arañazos y patadas se libró, usó supongo casi el 70% de habilidad e ingenio para resolver el laberinto de gente y la muy ingrata pudo escapar dando nuevamente un espectáculo de lo genial que era para trepar y hacer saltos con apoyos improvisados.
Mi historia fue todo lo contrario, con modestia diré que es un “poquitín” diferente; por mi parte, al principio intenté seguir su ruta de escape, el show que di no fue uno genial, no, fue uno muy humillante y patético, el de una rata acorralada en cuatro paredes intentando a brincos salir.
El primer batazo fue directo a mi tobillo, con el primer golpe caí, el segundo fue en mi rostro, después de eso perdí la cuenta, entre amenazas y patadas intentaba arrastrarme, ni ese dolor combinado con el sabor de la sangre y las lágrimas se comparaba con el de mi corazón queriéndose salir de mi pecho del miedo, a duras penas pude distinguir a Molly a la distancia y detrás de ella la seguían algunos niños, los adultos solo se encargaron de mí.
No sé cómo explicarlo, quizás no me creas o no lo entiendas, pero me puse de pie y me las arreglé para caminar a pesar de los golpes, mi persistencia hizo la diferencia, probablemente si me quedaba en el suelo rendido en algún momento se hubiesen detenido y me hubiesen dejado, pero parecían más sorprendidos por mi necedad, quiero creer que fue una pizca de compasión lo que hizo conforme avanzaba entre ellos que decidieran no seguirme después de salir de entre la multitud, pues mi objetivo era uno, esta es la parte donde dices: “¿En que estabas pensando?”; eso era Molly, estaba preocupado por ella.
Me llevé la p%&/$@ de mi vida esa tarde, moribundo caminaba lo más rápido que podía, no me quise preguntar por qué pensaba que estaba en peligro si solo era perseguida por unos cuantos mocosos.
No tardé en visualizarla a lo lejos.


