
Capítulo 20: Namae no nai kaiubutsu /
La anomalía abominable.
Cuando llegamos Molly se quedó de pie observando perpleja a una distancia peligrosa, parecía ida, me detuve tras de ella a unos cuantos pasos tratando de restablecer mi respiración entre el humo por lo agotado que estaba.
Recuerdo su figura fuera de sí contemplando la triste escena, dándome la espalda rodeada por el halo luminoso del fuego, no sabía que decirle, con la falta de aire solo pude pronunciar su nombre con una voz asmática y como si hiciera un “click” en su cabeza; salió de su estado de shock reaccionando de manera violenta, se golpeó un par de veces en el rostro y comenzó a gritar de una manera espantosa un “¡NO!” extendido y desgarrador una y otra vez, me erizó la piel, ni siquiera era una de sus voces fingidas que ya conocía, simplemente eran los gritos de una mujer madura que perdió de una forma horrorosa a alguno de sus hijos, o la de un ser que perdió a un familiar amado y brutalmente se entera de la noticia.
Yo quedé desconcertado por unos momentos mientras la vi caminar hacia atrás tropezando con torpeza totalmente desubicada, hasta que cayó de rodillas para seguir dando gruñidos, llantos y lamentos que retumbaban en los alrededores al unísono con los cuervos que graznaban alterados, mi corazón se comenzó a acelerar, ¿estaba delante de lo que era una niña?
Comencé a dudar de lo que veía, los «kraas» dificultaban mi entendimiento y entumecían mi cerebro, quizás era un efecto del humo, pero yo ya no veía más a esa chiquilla lloriqueando por sus juguetes o a esa pequeña aterrorizada por ver al Hellequin.
Después de un rato sus gemidos pasaron hacer como un clamor acompañado del típico “¿Por qué? ¿Por qué a mí?”, eso era más que dramatizado, peor que sobreactuado; era cruel y real, Molly se quejaba hacia al cielo tomándose fuertemente el pecho y agachándose después para solo seguir gimoteando entre su blusa que la usaba para cubrirse la cara, no escatimaba ni pretendía esconder sus sentimientos a flor de piel que con tanto esfuerzo hasta ese entonces de habernos conocido había estado disimulando.
El árbol se había encendido totalmente, solo escuchaba el crepitar de la madera y de las hojas, la situación se había salido más que de control y fue suficiente para mí cuando comenzó a halarse del cabello arrancándoselo y gritando del dolor, corrí hacia ella y la tomé fuerte por la espalda, abrazándola y sujetando sus brazos le pedí al oído sollozando que por favor se tranquilizara, ella gimoteaba en voz alta. Haciéndose hacia atrás por un momento se recargo en mí, fue cuando comencé a besar su cabecita que contuvo sus lágrimas al máximo en mi pecho, le pedí entonces que saliéramos de ahí.
A pesar de que el fuego era demasiado alto y estaba consumiendo todo el gran árbol, la cantidad de humo y calor era muy aceptable para nuestros organismos, quiero decir que algo raro pasaba, en ese punto debimos estar también quemándonos después de haber muerto por inhalar el humo nocivo que seguro carbonizaría nuestros pulmones, pero no era así, el humo se proyectaba casi totalmente en vertical; o sea hacia el cielo, solo una pequeña parte se dispersaba a los alrededores y aún más sorprendente; las llamas se limitaban a Odín, no avanzaban a otros árboles que inevitablemente estaban en estrecho contacto con las hojas de la copa. Era como si el fuego solo quisiera consumir específicamente a Odín.
No importándome eso, solo pensaba en que ya era tarde para hacer algo y tenía temor de que el fuego en cualquier momento al fin nos alcanzara, le insistí a Molly separándola y sacudiéndola suavemente de mi pecho, le dije: “Vamos cariño, tenemos que irnos.”, pero ella al fin tras una pausa silenciosa volvió a cambiar.
Nuevamente empujándome se alejó y se puso de pie, como tragándose su debilidad y haciéndose un estrujante “nudo en la tráquea”, esta vez tenía una postura distinta, su cuerpo se tensó, sus puños de coraje firmes, su presencia no era la de una niña, se veía tanta madurez en ella de una manera inexplicable, en ese momento sus lágrimas pasaron hacer una sustancia oscura como el petróleo con una densidad parecida a la de la sangre que dejó en sus mejillas un rastro y en menor cantidad en sus oídos de los cuales también emanó.
Tuve miedo, ya no la reconocía y ella me lo hizo saber después de que repetí su nombre para que reaccionara:
—Deja de llamarme de esa manera —Me dijo con resignación, discreta y un tanto fastidiada; a punto de quebrantarse—, ¡lárgate! Esto dejó ya de ser divertido.
Quedé confundido, no comprendía la situación y no me iría sin ella sin importar qué. Le dije titubeante: “Pero Molly...”; para que solo me interrumpiera esta vez indignada y enfurecida:
—¡Ya te dije que no me llames de ese modo, ya me cansé de jugar a la niña buena, eres más estúpido de lo que pensé si no te has dado cuenta que todo este tiempo te he engañado!
Entonces retomó una falsa calma para sonreírme sínicamente, sus labios recitaban algo ininteligible, galimatías que lograban distorsionar el sonido ambiental hasta hacerlo colapsar en su totalidad para solo así poder escuchar su voz únicamente y con absoluta claridad; esta era como un eco que percibí proveniente de distintas direcciones.
Ella se estaba presentando:
—Que te quede claro, mi nombre es lo que más aborrece Dios, una aberración es escucharlo, pronunciarlo es abominación, de generaciones anatemas soy descendiente, soy la podredumbre, una escoria entre las de mi misma sangre, estirpe maldecida por demonios, ángeles y humanos...
Como una muñeca de porcelana poseída se giró para confrontarme con esos ojos rojos fulminantes encendidos con el más alto contraste alcanzado en el espectro de colores sobrenaturales, la impresión de su mirada helada puesta sobre mi fue como sentir que dos arpones fueron disparados a las órbitas de mis ojos, si hubiese estado de pie seguro caería a tierra rendido ante el peso de su imponente presencia ominosa, me hizo sentir como escoria, sin valor alguno y vulnerable. Mirándome como lo más bajo del mundo, con la frente en alto y con una sonrisa siniestra que mantenía temblorosamente; sentenció con soberbia y desprecio a mi humanidad:
—Anni Keller, mi verdadero nombre es: Anni keller; la anomalía abominable.
No lo entendía; ¿a qué se refiere? ¿Qué está pasando? ¿Por qué me habla de esa manera?; y como solo me quedé preguntándome esas cosas ella perdió la paciencia y dando unos pasos hacia a mí con su cara congestionada de coraje me gritó:
—¡DESAPARECE DE MI VISTA I#B3$IL SI NO QUIERES MORIR! ¡LÁRGATE VAGO!”
Con el inusual tono de voz y el insulto fue más que suficiente, me provocó un temor enorme, cuando hice a levantarme hasta las rodillas me temblaron involuntariamente, retrocedí dando unos pasos torpes hacia tras y nuevamente tuve esa sensación de cuando nuestro primer encuentro de frente en el bosque; sabía que los cuervos me miraban y realmente pensé que me atacarían pues esa personita que estaba ahí ya no era más mi Molly; si no alguien peor, así que sin más me alejé de ese lugar.
De cierta forma me fui con la idea de que ella estaría bien y que más tarde nos encontraríamos, que habría una de esas explicaciones extrañas de su parte para su comportamiento y que después de disculparse ambos haríamos las pases para después olvidar este evento en nuestras vidas. Pero había algo más importante por lo cual preocuparse, se acercaba la noche y estábamos expuestos.
Lo último que escuché mientras recorría el bosque de regreso al pueblo, era a los Crosswer crascitando repetidamente palabras que en ese momento no les presté atención: “la niña”, “Bock”, “hereje”, “fuego”, “purifiquen”, “Brighella”, “anatema”, “la bruja”.
Continué hasta llegar al pueblo y lo primero que hice fue ir al único lugar donde se me ocurrió que encontraría algo para defender a Molly: la iglesia; descuidada estructura con una gran cantidad de devotos fanáticos que marchan como zombis al escuchar sus campanadas.
Había mucha gente reunida, me pareció extraño pero considerando el incendio supuse que se habían reunido para tomar medidas en caso de que se extendiera y se volviera incontrolable. Imaginé que irían a ver el sitio en cualquier momento, no se encontrarían con Molly de todas formas, seguro ella intentaría encontrar un refugio en el pueblo.
Con tanta gente me fue imposible acercarme, no quise que me vieran, no me arriesgue a entrar, entonces me dirigí al basurero de chatarra a unas calles de ahí y tomé dos barras de fierro con algunas puntas afiladas y oxidadas.
La noche ya había caído y la oscuridad había invadido las calles, tuve un fuerte presentimiento de que el Hellequin no esperaría a que fuera más tarde, así que fui al encuentro con Molly.
Primero pasé por algunos de los lugares que estuvimos ese día, la esperaba ver buscando algún refugio en ciertos sitios que ya habíamos visitado antes, deseaba que no se le hubiese ocurrido quedarse en el bosque.
Ella me había dicho que anteriormente lo había podido burlar ocultándose simplemente en lugares al azar, tenía cierta fe de que si no la hallaba era porque ella había encontrado un buen sitio para pasar la noche sin peligro.
Me preguntaba quien había encendido a Odín y porque los Crosswer no habían estado ni siquiera uno cerca cuando ocurrió, pensaba esas cosas y más. Volví a travesar la calle en donde estaba la iglesia y me llevé la gran sorpresa de que aún ahí estaba la gente, había un especie de “celebración” pensé, de pronto recordé como un flashazo la imagen de aquel niño que se burlaba de Molly y le decía: “¡Bruja, bruja!”, nuevamente los roncos susurros de los cuervos ahondaron en mi cabeza; me detuve delante la iglesia para llegar a la conclusión de que quizás la gente del pueblo había sido quien inició el fuego, pero ¿cómo habrían encontrado a Odín? Hay cosas que no cuadran.







