
Capítulo 7: Nietzsche, la tarta de manzanas y el astronauta de paja.
La vida parece tan simple para ella, pues siempre luce tan feliz y despreocupada, yo quisiera que tomara las cosas más en serio, quisiera que hubiese sido más sincera, pero, a final de cuentas; ¿quién soy yo para exigir esas cosas?, quizás esto sea esa cosa a la que llaman “karma”.
También es el motivo por el cual respeté sus decisiones, me identificaba con ella y a la vez me hacía reflexionar sobre lo que le hice a mi familia, pues de la misma manera que yo para con ellos, se desapareció de mi vida sin dar explicaciones, dejándome ese hueco sentimiento de que nada de lo que hice importó, ese sentimiento que te hace preguntarte una y otra vez “¿qué he hecho mal?”, esa sensación de culpa que te hace sentir inútil.
—¿Y por qué te gustan tanto esas piedras? ¿Qué tiene de especial? ¿A qué te refieres con “salvar la vida”?, se me hace extraño que el cuervo te traiga eso, ¿son ese tipo de cosas que los cuervo roban?, ¿para qué querrías algo así? —Le abordé retomando el tema de importancia.
—Me gustan por el brillo que producen. Lo que produce el brillo. A que te pueden salvar del peligro. Sí lo son. No te importa; respectivamente —contestó sin mucho esmero haciendo pequeñas pausas entre cada argumento.
—Ah, lo siento, perdí el hilo en algunas respuestas, ¿podrías repetirlas?
—NO, por eso NO hagas preguntas seguidas, pues tendrás
respuestas seguidas, limitas mi imaginación y además es de mala
educación hacer más de una pregunta sin esperar una respuesta
antes, haces que la conversación se vuelva complicada cerebro
de paja.
—¿De mala de educación?, mira quien lo dice, ¿ya se
te olvidó que eres igual? —Detuvimos nuestro caminar un
momento, miramos en el cielo un par de nubes oscuras que
se acercaban.
—¡Dos preguntas! ¡Patada en la espinilla! Ahora cada
vez que preguntes más de una vez te daré una patada —Lanzó
un puntapié torpe que evadí fácilmente.
—¡Oye! Pero de la primera pregunta no esperaba una respuesta, ¿y yo en donde te pego si tú lo haces?
—¡Irás a la cárcel! Solo yo te puedo golpear, ¿tienes alguna objeción? —Me retó señalándome con una de sus manos sobre su cadera.
—¡Claro que sí! ¡Eres injusta! —Le repliqué inclinándome para pegarme más a ella.
—¿Justicia?, ¡¿ah?!... La fatalidad que se devora, los inocentes son como los camarones; manjar para las bestias, además de tener poco cerebro, todo el mundo les quieren arrancar las cabezas. En esta tierra; ¿a qué le llamas ser justo o injusto? ¿No está más que claro? —Lo que parecía antes ser una plática trivial de pronto al escuchar la palabra “justicia” pasó a ser algo personal para Molly.
—Que fea forma de expresarte tienes, además acabas de hacer dos preguntas seguidas.
—Algunas de ellas eran retóricas, no cuentan bobo de paja —Me encaró más de cerca con una expresión mimada de enfado.
—¡Es lo mismo que pasó conmigo! ¡También hice una pregunta retórica! —A pesar de que era graciosa en sus gestos me mantuve seguro delante de ella.
—¡Sh! ¡No es cierto! —Hizo un ademán sobreactuado para silenciarme.
—No me calles y no discutas conmigo, ¡soy mayor que tú! —Me sobrepuse aún más a su cara.
—Entonces, a mayor edad; mayores errores, ahora entiendo —No retrocedió, hizo lo contrario a eso, desafiándome además con una mirada firme sin pestañeos.
—¡Nunca dije eso! —Ambos nos confrontábamos con los rostros muy próximos, a tal punto que si alguno suspiraba fuerte, haría sentir al otro su soplo, contenía mi respiración pero los nervios me traicionaban, estaba por ruborizarme.
—Pero es un hecho de que estás equivocado por eso tiene sentido lo que dije —Manteniendo el temple Molly se apartó hacia atrás.
—Para comenzar, lo dije porque al ser menor debes de respetar a tus mayores y obedecerles, para seguir; ¿cómo puedes estar segura de tener la razón?, no eres más que una niña presuntuosa y muy egocéntrica.
—Por supuesto, obedecer al que es mayor no importando que absurda petición pida te puede funcionar a ti y por ello terminar en tu situación, inconcuso razonamiento no puede haber; es un sarcasmo por si no lo entendiste. Y ¿cómo puedo estar segura?, ten la certeza de que yo misma me he encargado de esparcir “injusticia” y nada me ha detenido, y sí, si soy presuntuosa y el ego roe en mis huesos secos; ¿en dónde está la rebanada “justa” que me toca de mi tarta de manzanas? ¿En dónde está mi merecido, hombre sabio de paja? ¿En dónde está la dichosa justicia para quienes han muerto en desgracia? ¿Ah? ¿¡Ah!?
—¡Deja de picarme la pierna!, ¿cómo puedes pensar de esa forma? Lo exageras todo, brincas de una cosa a otra y no es lo que intentaba decir, ¡y otra vez hiciste varias preguntas seguidas!
Pienso que en esta vida la gente recibe lo que se merece tarde o temprano por un simple principio de acción-consecuencia, como hablar de la manzana de Isaac Newton o de esa ley que dice que todo lo que sube tiene que bajar, y porque las personas buenas siempre intentan poner el orden y las reglas.
—Para refutar; que la manzana se quede en la analogía de la tarta, y ¿qué es eso de que todo lo que sube tiene que bajar?, intenta aplicar esa ley en el espacio y háblame de dónde es arriba o abajo. Y ¿quiénes son las personas buenas? ¿Las mismas que cazan a un ladrón?; pero te digo que no son diferentes a oportunistas y embusteros que siempre ven por sus beneficios egoísta, unos asesinos para vivir de las riquezas materiales y otros mártires para acomodarse la corbata para “el de arriba”, ¿cuál es la diferencia si después de todo ambos están profesando lo que creen? ¿Quién decide qué es lo bueno y lo malo?
—Por mayoría, se decide por mayoría, hay mucha más gente dispuesta hacer lo correcto. Y en el espacio, arriba sería todo por encima de mi cabeza y abajo todo por debajo de mis pies, ¡eh! ¿Qué dices ahora?
—Eso no es justicia, tal concepto bizarro ni siquiera existe, no mientras estemos vivos, solo hay conveniencia propia y estrategas. Entonces, si la mayoría estuviera de acuerdo en robar y matar ese concepto se aceptaría como ley que rige como lo correcto, ¿eso es lo que intentas decirme no?, que lo que la mayoría acepte por votación es lo que es bueno, bajo ese criterio siempre habrá víctimas oprimidas por la sociedad, ¿qué no se supone que cada quien como criatura es única e independiente?, entonces ¿por qué obligarlas a hacer lo que los demás han decidido aunque no estén de acuerdo con ello?
Y si ya conseguiste un punto de referencia para decidir dónde es arriba y abajo; ¿qué pasaría cuando lances una manzana hacia lo que sería arriba y nunca caiga?
—Pues si después de arrojarla giro mis pies en dirección al objeto pasaría de estar subiendo a estar cayendo. Y no sé qué contestarte de lo otro, quizás tengas razón y en realidad solo hay injusticia. ¿Podríamos continuar con la discusión de la metáfora del astronauta y la manzana? Creo que ahí voy ganándote.
—La existencia de una de esas ambas cosas no significa que niega la opuesta, de hecho, si aceptas una de ellas automáticamente la intuición te dice que la otra también es posible, de esa forma mutuamente coexisten, lo dijo alguien hace tiempo en la era del olvido: “La irracionalidad de una cosa no es un argumento en contra de su existencia, sino más bien una condición de la misma”. Y no estás ganando nada, pareces tonto, ¡que infantil!
—¿¡Eh!? ¡Pero acabas de decir que la justicia no existe!
—Y tú luego-luego te echas para atrás, es como si hubiese dicho que el blanco no existe porque hay color negro.
—Ah... Eh... Ah... ¿Eh?... ¡¿ESTÁS LOCA?! ¡¿Quién te entiende?!
—¡Ja! ¿lo ves? Es inconcuso. ¡Patada en el tobillo!
—¡Ah! ¡Basta! ¿Y cuándo llegaste a esa conclusión?, ahora te estas contradiciendo, esta plática es absurda y no lleva a nada, solo te dedicas a contradecirme.
—Sí porque eres un inconcuso absurdo, en el desayuno hablas de justicia con la boca llena de sobras de los demás.
—¿Podrías dejar de decir “inconcuso”? —Ya me hacía sentir incómodo.
—«Nock» temprano me acordé de esa palabra.
—Si como de migajas no es porque me haya esforzado por ser el mejor, sino todo lo contrario —Sentí vergüenza tras decirlo.
—Eso no debería mortificarte, me inclino a la imparcialidad, aunque dicho de esa forma pareciera que contradijera la naturaleza del mismo término, para mí no hay justicia o injusticia, al menos en los lapsos de vida. ¡Por mi pie que golpea esta tierra y que levanta el polvo!; se sobrevive aplastándose unos a otros, gana el más violento y no el de la mirada pasiva —Molly había asestado el suelo con su planta causando un pequeño ruido seco.
—¡Estas equivocada! —Le pisé suavemente el pie que ella firmemente había llevado adelante para enfatizar su gesto.
—¿Qué? ¿Aún no lo entiendes? ¿Por qué estoy equivocada? ¡Dímelo! —cuestionó retirando su zapato debajo del mío.
—Patada en el to...
—¡Ni se te ocurra! —Me apuntó amenazante.
—¡Tramposa!... Y no lo sé, solo sé que no tienes razón, lo sabe mi corazón; estás en un error.
—¿Tu corazón? —dijo con voz incrédula para hacerme burla—. Olvidaba que eres el espantapájaros vudú de cabeza hueca, corazón de algodón de azúcar, que te quede claro que no es un halago; eres uno de los camarones.
Una disputa más que no nos llevó a nada, al menos no en ese momento, y aunque es complicada ahora entiendo su mentalidad, platicar de ello solo expuso el porqué de ese comportamiento frívolo, pues basta con reflexionar lo que intentaba decirme para comprender cómo funcionaba su corazón, pero nunca dejé de creer que Molly estaba equivocada y después de los sucesos por los que hemos pasado, estoy seguro que ella también ahora piensa igual.
.png)

.png)
