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Capítulo 8: Relativo a las epifanías.

Un par de días más pasaron para que me animara a visitarla por mi propia cuenta, entonces la comencé a frecuentar una vez que me sentí cómodo, pero sin falta antes del anochecer solía partir de nuevo al pueblo.

 

          Llegar hasta el gran árbol donde se ocultaba Molly era un recorrido un poco largo, lo suficiente como para fácilmente hallarse desubicado, pues no había referencias de dirección, siendo un bosque con un céfiro misterioso y suspense, mientras caminabas podías ver todo tan simétricamente asimétrico (sé que no tiene sentido, esa es la idea), inquietantemente armonioso, el verde absorbía el tiempo-espacio y la mente se quedaba en blanco o quizás debería decir; en negro, te daba una falsa sensación de que no solo estabas dando vueltas en círculos sino de también perder por instantes la noción de la realidad y del avance.

          Era caminar por varios minutos sobre un tablero que hacen girar sin que te dieras cuenta, pues de pronto caías en la duda de que si en algún momento diste la vuelta y ahora te estabas dirigiendo de nuevo al pueblo en vez de adentrarte más al bosque.

          Pero todo era mental, un conflicto cerebral causado por efectos de las sombras de los altos árboles y troncos muy parecidos, colores muy lineales y por esa paz que solo causaba una expectativa intrigante que te hace morder las uñas.

          Fue siempre algo problemático, ya que mientras más me adentraba al bosque había mayor posibilidad de encontrarme con animales salvajes de esa zona, aunque escasos, habían serpientes y otras alimañas, algunos coyotes e incluso se decía haber visto también algunos lobos en la parte más profunda del bosque, aun así nunca tuve problemas de toparme con uno, solo era la incertidumbre de caminar sin compañía siendo observado solo por cuervos, mismos que usaba como referencia para orientarme, lo único que tenía que hacer era seguir hacia donde estaba el siguiente de ellos, eran como mis guías, como candelabros oscuros que señalaban la dirección del gran árbol, así llegaba con seguridad con Molly.

 

          Para regresar al pueblo era otra cosa, pues por alguna razón era más fácil salir por mi propia cuenta sin perderme y sin guías. Era algo confuso y aun no me explico por qué irme de ahí era más sencillo que entrar; hacerlo era toda una experiencia diferente no importando cuantas veces lo repitiera.

 

          Ya me había pasado otras veces que mientras caminaba a donde ella repentinas voces me sorprendían, solo eran algunas palabras sin contexto, nunca entendí el por qué las decían, cosas absurdas como: “El cráneo” o “Hag”; me daban escalofríos y por más que intentaba ver de dónde venían no hallaba la fuente.

          Con el tiempo pude confirmar con certeza que no eran producto de mi nerviosismo por caminar solo, pues al principio estaba escéptico hasta que un día escuché muy claro y muy cerca de mí la palabra: “Keller”, mi asombro fue tal al ver que esa voz provenía de un cuervo, quedé pasmado, lo miré fijamente y el repitió delante de mí: “Keller”, no con una voz de pajarraco como lo haría un loro, sino con una voz gruesa como la de un hombre maduro, un poco acelerada pero muy clara, me arme de valor e intenté hablar con él, con un nudo en la garganta le pregunté:

 

          —¿Quién es Keller?

          Y él dijo:

          —...

          Ok, la verdad no me contestó, si esperabas una conversación con el cuervo te voy a desilusionar, solo me miraba fijamente, si prestaba demasiada atención a sus ojos me sentía atraído y lentamente sumergido en ese brillo fantasmagórico gelatinoso y difuso, como si alguien atrapado dentro de esa criatura se hiciera pasar por mi reflejo, suficiente motivo para dejar las cosas como estaban y seguir mi camino, al menos había resuelto el misterio de las voces que escuchaba. Es cierto que son capaces de imitar el habla humana, al menos unas cuantas palabras.

          Quizás ese suceso fue el que me sugestionó. Aun no recuerdo a donde me dirijo exactamente, pero me siento perdido en el bosque entre grandes y retorcidos árboles que inclinándose en mi dirección parecen querer aplastarme, camino solo, con mucho frío, el cielo de color púrpura iluminaba la atmósfera con el mismo tono.

          Me detengo porque parece que no tiene sentido seguir adelante, lentamente acompañado de un mareo en las altas ramas se postraban cuervos rodeados de un aura espectral, hacen ruido como intentando ahuyentarme, de pronto entre los graznidos emergen ecos de voces, parece una especie de rezo que se repite en destiempo, poco a poco los entendí, al final alguien por detrás de mí me susurra al oído lo que ellos graznaban:

“Y como siempre, tan inocentes, la fatalidad es como los fantasmas en la nieve, y no tienes idea a lo que te estás enfrentando, porque yo he visto cómo lucen, se vuelven perfectos, como si fueran sierras plateadas.”

          No tengo idea a lo que se refiere ni porque parecen frases poco articuladas, pero enseguida se hace un silencio, volteé y no había nadie, cuando regresé la mirada al frente había una mujer alta delante de mí, delgada, de cabello largo y negro, tenebrosa pero, se me hace tan conocida, no puedo estar seguro, hasta que abre sus ojos, revelándome esos “relámpagos rojos” característicos de Molly, ahí estaba delante mío, una imagen madura de lo que sería ella en algunos buenos años, pero ¿esto es real?.

          Ella dijo con una mirada helada antes de que me despertara:

“Y si ellos me atrapan y el sol se oculta, toma la estaca, y…

Tú, clávala en mi corazón.”

          ¿Qué hay con esas “Y”? ¿Por qué no lo omiten simplemente? Me hacen creer que antes se dijo algo más y que no estoy escuchando la frase completa; tuve ese sueño y se los conté de esa forma porque quería que se familiarizan con el sentimiento de extraña ansiedad de esas pesadillas que te hacen despertar como si en verdad no hubieses estado dormido, abrí mis ojos de manera tranquila pero con incertidumbre por lo que acaba de escuchar, como si más que un sueño fuese algún tipo de presagio, pero esa expresión me sonaba de algún lugar, con el pasar de los minutos de esa misma madrugada insomne mientras me perdía en indagaciones que no me llevaban a nada, recordé que esas palabras eran la letra de una canción que hace tiempo escuché.

 

 

          —Después de todo supongo que no significa nada.

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