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La decena de Marcelina.

Al atardecer del día veinticuatro del mes de mayo del año en curso, era noticia en todos los medios de comunicación el rescate de 10 menores de edad que habían sido privados de su libertad, las autoridades no dieron muchos detalles al respecto, estoy seguro que ellos tampoco tenían muchas ideas de lo que pasó ese día; las investigaciones siguen en curso.

 

          Los pequeños, entre ellos cuatro niñas y seis varones con edades que van desde los 4 a 10 años de edad, de los que hasta ahora se desconocen su provenir; ya que no se tiene reporte de sus desapariciones aún, todos con evidentes diferencias en sus rasgos faciales, color de piel y ojos; lo que lleva a concluir que fueron abducidos de diversos núcleos familiares, presentaban claros indicios de maltrato físico y psicológico, además de haber estado en pésimas condiciones insalubres y descuido higiénico.   

 

          Fueron hallados recluidos en una casa a las afueras de la ciudad, perteneciente la misma a un hombre del cual tampoco se tiene registro. Dicha pocilga era digna de una película de horror; piel y carne de animales en estado de putrefacción le adornaban el techo, puertas y ventanas desbaratándose que estaban reforzadas con láminas, tablas y cadenas para evitar la huida de las víctimas, plagas de insectos y un hedor terrible de soportar.   

 

          Pude presenciar desde la seguridad de mi auto el momento en que liberaban a los menores, los cuales les fue asignado el nombre clave en conjunto como “la decena de Marcelina” por la región del mismo homónimo donde se encontró la vivienda.

 

          Todos sin excepción llevaban una mirada sin vida y pérdida en la nada, pequeños que marchaban como títeres solo con la ayuda y guía de algún oficial que se derrumbaba de la miseria al ver semejante arrebato de la inocencia.

 

          Sus rostros, una expresión nefasta que demostraba un trauma abominable que les había engullido la infancia por completo.

 

          El reporte que llevó hasta ellos ese día fue dado por un anónimo el cual es prioridad contactar para la investigación, cuando las patrullas lograron arribar al sitio no hubo impedimento alguno para ejecutar la orden de registro, literalmente no hubo quien para detenerlos;

          Fue encontrado sobre la mesa de la cocina, boca arriba y con los brazos extendidos el cadáver carcomido del dueño del domicilio.

 

 

Me cuenta un amigo perteneciente al cuerpo oficial, conocedor en la materia forense, el cual me pidió ayuda para aliviar dicha impresión; la explicación detallada de lo que percibió de la nauseabunda escena a la cual tuvo acceso.

 

          Menciona con horror como al cráneo del occiso sospecho, le habían “molido” los ojos con algún objeto contundente dejando ver lo profundo de las cuencas semivacías. Su carne en varias secciones presentaba laceraciones y mordidas de mediano tamaño de las que era difícil reconocer si provenían de algún animal, el cuerpo estaba hinchado y en descomposición avanzada, gusanos, cucarachas y ratas caminaban bajo sus tejidos que se retorcían con el avance de estas alimañas, algunas de sus extremidades estaban casi desmembradas y a punto de caer al suelo si no fuera por un “hilo” de carne que las mantenían colgando a los bordes de la mesa.

 

          Él decía que a su juicio, el abdomen del cadáver que de hecho estaba casi abierto de par en par por un gran corte vertical; estaba muy hundido, como si hubiese perdido la mayor parte de sus órganos y vísceras huecas. De manera incomprensible la espina dorsal estaba muy anterior al tórax, de tal forma que sobresalía la curvatura de esta abriéndose paso a través de su pecho partido, como si hubieran halado brutalmente de ella desde enfrente con todo el desastre que implica eso. Pero no suficiente, las vértebras estaban muy “despejadas”, él me decía insistente entre lágrimas:

 

 

“Como relamidas… como si algo las hubiese relamido tanto que relucían secas de sangre y tejidos”.  

Había mucho ensañamiento de por medio, era espantoso, ni los más expertos y duros soportaban los segundos dentro de aquel lugar.

 

          Incluso me contó cómo mientras duerme tiene pesadillas que lo devuelven a ese sitio atroz en una noche espectral, en donde el olor real a muerte regresa a su cerebro como un recuerdo tan vívido que despierta de golpe ahogándose en su propio vómito.   

          En cuanto a los niños, fueron localizados en la planta alta de la casa, sentados formando un círculo, con harapos de ropas apestosas y llenas de fluidos en los que seguro habría sangre, con la piel de manos y caras pegajosas de alguna sustancia aberrante, emulaban en una habitación hedionda un comportamiento fuera de contexto; parecían estar jugando pacíficamente con objetos como cuerdas y muñecos malogrados, botes, fichas y demás basura que tenían a su alrededor.

          Dicha escena posteriormente sería descrita por la columnista Valmyra de forma acertada con las palabras que a más de uno nos hizo sentir un escalofrió al leerlas:

 

 

“Ánimas en el limbo purgando su condena en decadencia”.

Sin más dilación fueron escoltados y tratados de inmediato por autoridades sanitarias para brindarles ayuda hospitalaria y apoyo sicológico.

 

          Ahí es donde yo intervengo, el área en donde me especializo es precisamente en el trato de menores que necesiten atención en estos lamentables casos. Mi primer contacto directo con “la decena de Marcelina” fue en el centro de rehabilitación y reintegración para menores víctimas de crímenes con especial violencia psicológica y física.

 

          Entenderán que no debería dar muchos detalles al respecto, así que omitiré varias cosas.

 

          Yo solo diré que es lo más duro con lo que he lidiado en mi carrera, y si bien no era del único de quien recibirían terapia los menores, estaba yo a cargo del departamento en cuestión, por lo que sin lugar alguna tenía que ver y hablar con todas las victimas involucradas.

          Resumiendo; lo que era de esperar, había un retraso en la comprensión de las preguntas que se les formulaban de manera encubiertas, la comunicación era muy limitada y parecían no tener sentido los procedimientos delante de estas criaturas que simplemente estaban desconectadas de la realidad.

          Escasos en emociones y recuerdos, indiferentes a estímulos externos, todo el tiempo preservaban una calma inquietante, de nula interacción con la mirada, desentendidos del mundo que les rodeaba mantenían un semblante frío que a duras penas en pequeñas ocasiones modificaban para parecer más relajados de lo que deberían estar.

          Se alimentaban de manera mesurada como siguiendo un patrón de conducta programado, sabían utilizar los tenedores y cucharas de forma muy habitual para sus edades, me daba la impresión de que era como si la comida les fuera desagradable, o como si la digirieran de manera forzada, no importase cuanta dedicación se les pusiese a sus platillos; el brillo y colores llamativos con un sabor que cualquier pequeño consideraría un deleite, a ellos simplemente les era totalmente indiferente.

          En general no reían, solo de vez en cuando alguna de las más pequeñas liberaba una ligera y sutil sonrisa pretendiendo mover sus labios como si platicara con sus peluches, todo en absoluto silencio.

          En su hora recreativa por ratos solían jugar con los juguetes didácticos que tenían delante, más como una conducta reflejo producto de la curiosidad que por una necesidad intrínseca natural de diversión, esos eran los únicos momentos en los que denotaban señales de estar vivos.

 

 

          Eran eso; inocentes almas perdidas en un limbo, tomaría años poder sacar algo de información de sus orígenes o de lo que pasó en aquel lugar olvidado por Dios.

Lo siguiente que os contaré sucedió tres meses después, la mañana ya revelaba signos irregulares de que algo estaba por suceder, o quizás simplemente era la sugestión por el desvelo y las pesadillas que me atormentaron en toda la noche. Dejaré constancia de aquello en esta grabación, algo de mi psique está estropeándose, con vergüenza me duele relatar que en dichos sueños despertaba aturdido y con mucha violencia en mi persona, sentía una rabia incontrolable…

 

 

Me veía a mí mismo incendiar mi hogar con toda mi familia dentro mientras ellos dormían.

 

 

          Volviendo a los hechos en cuestión, ya hace una semana de eso, y como les iba relatando ese día al entrar al centro de rehabilitación noté de inmediato alterados al personal, habían trabajadores incluso tan afligidos que se les veía claramente afectados de la impresión.

          Me acerqué entonces a una compañera quien se notaba perturbada y le pregunté contagiado de incertidumbre que había sucedido; esta incluso titubeante me respondió:

 

 

“El periódico, el periódico de esta mañana ¿no lo has visto?”

          Se dio la vuelta y fue por él, lo sacó de entre la basura y con la cara pálida me lo entregó mientras me aclaraba que estaba siendo retirado de circulación, que la policía estaba actuando los más rápido que podía, y que buscarían y presentarían cargos severos al responsable bastardo que autorizó la publicación y distribución del mismo.

 

“Ojalá atrapen al que hizo la foto…”

 

 

         Me dijo mientras dejaba caer grandes lágrimas de temor, con la mirada turbia y fuera de sí, en estado de shock me preguntó:

 

 

“Y… esas criaturas… ¿qué crees son?”

 

 

          Simplemente desenrollé el papel y quedé perplejo al ver la portada, en una foto grisácea se veían los diez niños rescatados de Marcelina en la escena del crimen, rodeando la mesa de la cocina con el cadáver de apariencia recién asesinado de aquel hombre dueño de dicha propiedad, todos ellos miraban a la cámara mientras sonreían con gran dulzura como nunca les había visto en estos meses, con mejillas y bocas manchadas de sangre, algunos de ellos metían sus manos en el vientre abierto de aquel sujeto, y otros se llevaban a la boca pedazos de vísceras que se infiere arrancaban por puñados de las entrañas del abdomen, como si se tratase de un suave pastel...

...que devoraban gustosos.

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