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Capítulo 10: El demonio del dilema existencial.

Parte 1/2

Estaba a punto de llegar y le grité a Molly pidiendo ayuda, ella se levantó de golpe asustada y dio unos pasos afuera del árbol para solo reaccionar y regresar corriendo al agujero, entonces fue cuando lo vi totalmente; bajando por el tronco de Odín, escalando en picada velozmente en cuatro patas, tal y como ella lo había descrito.

 

          Me detuve bruscamente al verlo, el Hellequin me usó como carnada y aprovechó para ir a su acecho los pocos segundos en los que Molly había salido, sucedió que en instantes pasó de estar detrás de mí a descender de la copa del árbol que estaba delante mío, él estiró su brazo tomándola de su talón antes de que pudiese entrar de nuevo al árbol, apenas sobresalía un poco pero pudo sujetarla y comenzó a sacarla, intentando arrastrarla a lo frondoso del árbol retrocedió de la misma manera en que bajó de la copa.

 

          Ella no dejaba de gritar pero reaccionó lo suficientemente rápido como para llevarse consigo de entre sus cosas una piedra vagabunda, misma que usó para repeler al demonio, aún estando ella colgando de cabeza se la arrojó al Hellequin en el rostro y tras casi pegarle se formó una especie de pequeño resplandor, la piedra había hecho una mini explosión y el destello que produjo bastó para que soltara a Molly de inmediato, ni bien cayó al suelo y a gatas desesperada se metió de nuevo al árbol, el demonio desapareció violentamente como si hubiese sido succionado al mismo lugar de donde salió.

 

          Entonces aproveché para meterme también al hueco, pero ni bien comencé a correr y algo sujetó mis pies, una vez en el suelo entorpecí y con mis manos intentaba arrastrarme mientras que le gritaba a Molly:

 

—Tira las piedras, eso es lo que quiere ¡tíraselas Molly!

 

 

          Realmente no estaba seguro, solo lo dije de la desesperación porque recordé que así lo mencionó. Ella solo me contestó:

 

—¡No! ¡No las voy a soltar! ¡Te dije que te quedaras adentro! ¡No voy a salir!

 

 

          Estaba sentada abrazando sus rodillas meciéndose totalmente aterrada. Con lágrimas en los ojos le insistí:

 

 

—¡Molly por favor solo dale lo que quiere! ¡No quiero morir! ¡Dale las piedras Molly!

 

          Pero solo se aferraba más a ellas, con la cabeza cabizbaja me gritaba:

 

—¡No, no se las daré!

 

          Yo solo pensaba que iba a morir. Por última vez le grité totalmente lleno de terror:

 

—¡Dale las malditas piedras Molly, voy a morir!

 

          De pronto el ser me dio la vuelta bruscamente, quedé boca arriba en el suelo y tenía a la criatura delante de mí, no puedo más que decir que me oriné en los pantalones, con eso tienes suficiente para saber cómo era esa sensación fría que recorrió desde la punta de los dedos de mis pies hasta la punta del cabello más largo en mi cabeza.

 

          Sentí una presión abismal en el cuerpo entero, como si algo extremadamente pesado me estuviera aplastando, pero él aún ni siquiera me estaba tocando, creí que si se acercaba más iba a escuchar como mis huesos tronarían, de por sí la mayor concentración de dolor era en el pecho, mi corazón latía con mucho esfuerzo, sentía como se contraía lentamente para después expandirse de forma agresiva, mi venas se pusieron tensas y sentía como la sangre fluía a través de ellas como si las fueran a reventar, es el dolor más espantoso que he sentido pues fue como llegar al borde de una muerte agonizante y quedarse suspendido interminablemente en ese cronometrado instante.

 

          Cuando pensé que sería el final intenté cerrar mis ojos pero hasta eso era doloroso y difícil, incluso sentí que me estallarían.

 

          El demonio entonces se inclinó hacia a mí dispuesto a terminar conmigo y justo en ese momento escuché un pequeño crujir en el lado derecho de mi pecho, hubo un chispazo y se produjo una pequeña luz muy intensa que duró solo un momento, el monstruo pegó un grito y se desintegró totalmente.

 

          Una vez que se desvaneció creí sentir como la tierra debajo y alrededor de mí se volvía a emparejar como si el suelo en donde estaba echado hubiese estado hundido junto con mi cuerpo que también regresó a la normalidad, entonces me senté como si hubiese sido impulsado en automático, me puse de pie como por inercia y comencé a intentar llegar al escondite, tosiendo, tambaleándome y con la visión nublada, el instinto de supervivencia no me dio tiempo para pensar que había sucedido, en mi cabeza solo me decía una y otra vez: llega al árbol, llega al árbol”.

 

          Tuve la oportunidad y para cuando entré al hueco escuché el siniestro llanto de un bebé que me confirmaba que el Hellequin estaba de nuevo afuera.

 

          Intentando recuperar el aliento me tiré a un lado de Molly, ella me volteó a ver con sus ojos abiertos de par en par y con lágrimas en ellos, su nariz estaba roja y le escurría, después volvió a meter su cabeza entre sus brazos y piernas.

 

          Yo quedé exhausto, como un muñeco de trapo, con las pocas fuerzas que me quedaban toqué mi pecho investigando que había sido aquel ruido, metí la mano en la bolsa interna de mi gabardina para sacar hecho polvo la piedra-amuleto que Molly me había regalado.

Cap. 10 El demonio del dilema existencia

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