
Capítulo 18: Replicante.
Hubo un momento de tranquilidad en donde lo único que se podía escuchar además de la suave brisa de aire; era el rechinido del columpio, estábamos relajados viendo cómo se mecían los árboles, entonces parecía que el tiempo se había puesto de acuerdo; pues al compás de la voz pacifica de Molly el viento se detuvo:
—Hay algo que quiero que sepas —dijo cabizbaja.
—Ok, dime —Paré por completo el columpio y presté atención.
—Pero no sé cómo decírtelo —continuó Molly indecisa.
—¿No es una de tus bromas o cosas que ya te dije que no deberías decir, verdad?
—No, es algo un poco tonto, es algo sin sentido, realmente es ridículo.
—¿Algo tonto y sin sentido? —Rematé un poco sarcástico—: ¿Viniendo de ti? No lo puedo creer. Me estás intrigando, así que solo dilo y ya.
—No, sabes que, mejor olvídalo, es muy infantil —Negó con su cabeza y cambió su semblante.
—¡Uy la señorita madurez!, no quiere sonar infantil después de haber azotado la panza en la tierra.
—¿Eh?... También jugabas con la arena y se supone que tú eres el adulto ¿o no? —Me miró hacia arriba con una sonrisa sencilla. Recuerden que yo estaba detrás y ella seguía sentada.
—Bueno sí, pero no entiendo esa fijación tuya por insistir en ser mayor cuando aún eres una dulce niña, estas en la mejor parte de la vida —En tono poético—: en “la primavera de tu vida”.
—¿Eso no es alrededor de los quince?, además no es como si insistiera en ser grande, es solo que a veces no me hago la idea de ser esa “buena niña”, aprovecho al máximo esta oportunidad pero no me siento satisfecha y a veces quiero más y más —Regresó la mirada hacia abajo, parecía estar viendo entretenida sus pequeños zapatos que balanceaba.
—¡Ja! A eso me refiero, ves, déjame decirte algo, ahora quisieras ser mayor pero cuando lo seas desearas ser niña, eso nos pasa a todos.
—Vicisitudes irónicas: ¡hablad de mí!; vi como ventajoso tener una edad párvula, pero no podía estar más equivocada, por un tiempo habrá resultado pero él se adaptó rápidamente a mi situación, su presencia cada día la siento más cerca de Odín, como si estuviera por alcanzarme... —Hizo una pausa reflexiva y enseguida retomó—: Mmm, ¿entonces dices querer volver a ser niño?; pero si lo consiguieras ten por seguro que te volverías vulnerable en un mundo de gigantes que querrán aplastarte la cabeza.
—Pienso que de nuevo estas delirando querida, no te entiendo del todo.
—Si corres con buena suerte, algún día lluvioso lo entenderás. He hecho cosas terribles, no serías el mismo si tuvieras ese conocimiento, acciones tan crueles que no hay manera que termine de saldar mis deudas aunque viviese dos, tres, cuatro o mil vidas más, aunque tomase, entregase o sacrificase dos, tres, cuatro o mil almas más, de hecho eso solo me hundirá, pero es la única manera en la que se huir de mis problemas, sin embargo no lo puedo reparar, por ello siento culpa de la categoría de una hipócrita, sobre ello duermo, me alimento y sonrió, ¿qué cambió desde aquellos días? ¿Por qué creer que soy diferente?, pues de antemano te hago saber que volveré hacer la misma de antes, es una pena, es momento de la apoteosis.
Se abrió un momento muerto de desconcierto por lo severo de sus palabras, expresiones que incluso hoy no he llegado a entender del todo. Entonces el bosque exclamó con melancolía, el viento había hecho crujir los gruesos troncos de los arboles súbitamente y el sol fue opacado por una nube pasajera.
Miré en varias direcciones, observando mi entorno me sentí muy pequeño a lado de una naturaleza inmensa llena de misterios incomprensibles para mí, estaba abandonado con Molly en ese sito en ruinas, aislado del mundo entero.
—¿Es otra cita de algún libro? ¿No es así?, ¿quizás algo de las novelas trágicas de Shakespeare? —La abordé intentado comprender la situación.
Pero Molly nunca asentó, no estoy seguro pero parecía muy sensata al respecto, sin embargo estamos hablando de una niña... ¿Estamos hablando de una niña, no? Lo único que les puedo confirmar es que estaba deshecha, su postura, su mirada, sus labios, todo lo indicaba.
No tenía sentido, no era posible, ¡es ridículo!, ¿cómo podía cargar con tanta culpa? ¿Qué pudo haber hecho que sea “tan terrible”?, sentí como si el momento se hubiese arruinado, y no sabía cómo decirle que se equivocaba, que siendo pequeña no habría forma de que tuviese razón, si debe de haber culpables; esos deberían ser sus padres o quienes estuvieron a cargo de ella, a la pobre le hicieron creer que todo lo malo pasaba por ella, me imagino con qué clase de gente vivía, entonces no era difícil ver porque escaparía de su casa.
Así me miró repentinamente y quizás notó mi expresión de desconcierto, se rascó la cabeza, sonrojada hizo una sonrisa fingida, otra vez puso debajo de la alfombra sus intenciones y como solía hacerlo cambio su actitud por una muy opuesta. No sabía cómo lidiar con eso.
—¡Ah sí!, hay una frase de Shakespeare que dice: “Estos violentos placeres tienen violentos finales”.
—Pero eso no viene al caso, por otro lado; ¿por qué te sientes de esa manera?, cuéntame que fue eso tan terrible que hiciste, yo también me he equivocado, por algo estoy en el lugar en el que me encuentro, por algo estamos en donde estamos, y tienes que creerme que aunque no sé el por qué; tengo la convicción de que no nos merecemos esto, porque nadie se lo merece, a nadie se lo desearía, no tienes por qué pensar que te odiaría, si hasta ahora lo único que realmente sé es que te qui...
Me importunó con ligera rabia y con cierta indignación, apretando sus puños se apresuró:
—¡Después del daño que he hecho!; ¡Tienes razón!, no me merezco esto, debería tener reservado algo peor, algo realmente malo, agonizante, algo solitario y doloroso, un designio divino digno del Dios vengativo —Para cuando terminó esa última frase se percató que se había exaltado, por lo que después de dar un suspiro sutil, se tranquilizó un poco y continuó—. De cierta forma suenas contradictorio, pero es porque eres una marioneta de tu falsa bonhomía autoproclamada, o quizás no sabes “jugar tetris” con tus ideas, o simplemente no eres cuidadoso al expresarte; dime espantapájaros: ¿Y qué hay de tu familia? Tú ¡¿has conseguido lo que mereces?!...
De entre fatalidades, como un juego con filosas hojas de navajas; presumo de lo que realmente no conozco, pero parecía no ser esa la intención de Molly, no esta vez, de hecho en retrospectiva parece que nunca quiso lastimarme, lo que quería era ahuyentarme; ¿protegerme? ¿Hacerme retirar?; retractarme de mis palabras. Hasta hoy no sé quien tenga la razón ni quien era más obstinado, pero sí recuerdo lo que dijo un tal Lao-Tsé:
—“Si tú y yo discutimos y tú vences, ¿será acaso verdadero lo tuyo y falso lo mío?”.
Molly se sorprendió con tal respuesta evasiva, pero de buena manera, ya que lo tomó como algo gracioso e ingenioso.
—«Nock» ¿Una locura? —dijo tratando de contener su risa para después mantener una postura más relajada.
—Un “nock” es igual a una risa sincera.
—Sí que sabes cómo hacerme cambiar de opinión acerca de ti, que no se vuelva costumbre espantapájaros o te golpeó.
—Me alegra haber podido hacerte reír, por lo que pasamos hoy creo que no deberíamos estar hablando de cosas tristes, aún tenemos tiempo para conocernos más. ¿Quieres hacer otra cosa?
—Es que después de todo se supone que te diría algo muy infantil, pero una cosa me llevó a otra y nos salimos del tema, mejor lo dejamos para otra ocasión.
—Ahora me lo dices.
—Claro que no.
—Vamos, insistiré hasta que me lo digas.
—Es por eso, es que yo... quería decirte, pero sabes, hoy es, quisiera, es por eso, yo, hoy, hoy es...
Comenzó a tartamudear, se mostró muy nerviosa e indecisa, después conforme se esforzaba en tratar de decir lo que sentía, comenzó a molestarse con ella misma, quizás por no tener el valor de expresar lo que estaba pensando, es como si “eso” estuviera en la punta de su boca queriendo forzar sus labios para poder escapar, pero ella oponía resistencia involuntaria, cerraba sus ojos con fuerza, supongo que la entiendo, es difícil abrir el corazón cuando te has empeñado mucho en demostrar que no lo tienes.
Imagino su cabecita cargada de recuerdos tristes, intentando liberarse de esa barrera que ella misma había creado para que no la lastimaran, todo indicaba que pasaría de la impotencia a las lágrimas, y no quería verla llorar después de que habíamos pasado un día fabuloso.
En el transcurso de ese día mientras jugábamos encontré entre la tierra un pequeño broche para el cabello, Molly no notó cuando lo levanté, cuando llegamos al parque entre los chicos que jugaban había una niña, probablemente lo perdió en el momento que corrió al ver al lobo, decidí dárselo como un regalo sorpresa como recuerdo del gran momento que habíamos compartido, acompañe el detalle con lo siguiente:
—A mí también me parece un gran día, el mejor de mi vida, y tienes razón, hoy es... un día especial. Eres increíble Molly —Le di un gran abrazo por la espalda y froté su cabecita.
Dejó escapar de su boca el aire que sellaba con sus labios, como si dejara salir un fuerte suspiro contenido de alivio al escucharme decir por ella lo que yo creía que quería decir. Tomó el broche y lo vio detenidamente, su mirada parecía no estar ahí, solo exclamó aun conmovida:
—Eres un gran idiota —Hizo una pausa hipnotizada por el regalo—... Gracias —Sin querer había usado la palabra “gracias”, hasta a mí me sonó raro, pero enseguida se retractó recuperando nuevamente su actitud negativa, solo que nerviosa y ruborizada—, ¡quiero decir! ¡Es por eso! ¡Ya te lo dije! ¡No te hagas ilusiones! ¡Que cursi eres hombre espantapájaros!
Se bajó del columpio dando un pequeño salto, se giró y me miró fijo a los ojos por unos segundos, después aparto su mirada tímida, y luego dijo ocultando una linda y tenue sonrisa:
—Estoy cansada, deberíamos regresar con Odín.



