
Capítulo 3: La falacia del espantapájaros.
Molly solía parecer estar desconectada de la realidad, pero solo era una pantalla, un disfraz de su niñez de la que estaba yo fascinado, de esa su alegría incontenible de la que yo me podía deleitar.
Así fue como nos hicimos “amigos”, en aquel entonces yo realmente no tomaba las cosas así, solo me pareció la oportunidad perfecta para despejar mi mente y distraerme un rato, tener alguien con quien platicar e incluso la posibilidad de utilizar a esas aves para conseguir alimentos.
Lo primero que hice fue preguntarle por sus padres o quien la cuidaba, cuál era su nombre, donde vivía y porque estaba sola; sus respuestas directas y simples fueron: “No tengo. Los Crosswer. Molly. En este árbol. No estoy sola; respectivamente”.
—Ahora te toca a ti —Me abordó atrevida con una mirada retadora y supuse que me haría preguntas similares—. ¡¿Cuál es tu comida favorita?!
—¿Mi comida?, yo creí que... —¿Comida?, la verdad estaba preocupado pues me avergüenza que me cuestionen de mi pasado— Como sea, sabes, me encanta la pizza, desearía probar de nuevo una rebanada.
Enseguida me hizo otra pregunta.
—Y ¿has visto alguna vez a delfín? —dijo juntando sus
puños en su pecho y con unos grandes ojos que denotaban
la ansiedad por saber mi respuesta.
—¿Te refieres al mamífero o a la botarga que sale
en la tele?, ok, de igual forma, esto es absurdo, pero
está bien, solo los he visto en la tele; en ambos casos.
—¡Oh genial!, y-y-y- si te cortaran tu talón
¿perderías tus fuerzas? —Molly dio un giro sobre uno de
sus pies para después mirarme y esperar mi contestación.
—¡Estoy seguro que estas confundiendo el mito de Sansón con el de Aquiles! Y ¡¿qué rayos tiene que ver eso conmigo?! —Comenzaba a ponerme tenso por sus argumentos fuera de lugar.
—¿Lo puedes creer?, Aquiles dio su vida para hacer la voluntad de su Dios, ¿tú lo harías?
—¡Ese fue Sansón! (bueno eso creo), ¿por qué no me haces preguntas más cuerdas? —Intenté relajarme un poco viendo que no llegábamos a nada.
—¡¿Tienes novia?! —dijo acelerada y casi gritando como si fuera una pregunta importante que estaba olvidando hacerme.
—¿Bromeas verdad?, tus preguntas son irrelevantes —Oficialmente esto es caso perdido.
—¿Alguna vez has besado a un perro?, a mí también me gusta la pizza —La pequeña afirmaba un “sí” una y otra vez con su cabeza como esperando que estuviera de acuerdo con ella.
Mi cara denotaba un total desajuste de la comprensión, mi cerebro humeaba tratando de darle algo de lógica a lo que ella me decía, hacía pregunta tras pregunta cada vez más exaltada, siempre ignorando mis contestaciones, e incluso antes de que le diera una; ella se llevaba las manos a su boca emocionada y sorprendida esperando la respuesta como si fuera el chisme de la semana.
Después de tantas tonterías supe entonces que no le importaba de donde venía o cual era mi destino, o quien era o que había hecho en mi pasado, entonces entendí que tampoco debería preguntar del suyo, fue extraño llegar a esa conclusión.
A pesar de que hasta ese momento había tenido solo pláticas sin sentido podía ver en algunas miradas de Molly un entendimiento muy superior al de un niño.
Es como si mentalmente me invitara a hablar sin inhibiciones o prejuicios pero con su apariencia me transmitía cierta dulzura excéntrica, como si depositara ideas en mis pensamientos, como si tuviera acceso a ellos y tan solo con interactuar con la mirada sentía la confianza de que hablaba con un ser con un alto sentido de la razón y la cordura... Aunque en ese momento me sentiría más como un idiota si hubiesen podido verla como yo la vi: distraída picando el suelo con su dedo, me pareció ver que se comió un insecto, ¡¿ah?! No, seguro fue mi imaginación...
—Oye, ¿quieres comer un insecto? —Me dijo extendiendo su puño hacia mí, de entre sus dedos sobresalían temblorosas antenas y patas delgadas.
—¡NO!, ¡claro que no!, ¡deja eso! —Aparté su mano.
—¡Es por eso!, son saludables «nock», seguro que no te comes uno, eres un llorón —Insistía con emoción.
—¡Ponte de pie y deja de jugar con la tierra! ¡Te enfermeras!
Sí, claro; “alto sentido de la razón y la cordura”. Tenía energía de sobra pese a ser una niña que padecía hambre debido a su situación, me explicó que llevaba tiempo viviendo en un gran agujero que tenía abajo un árbol de tronco muy grueso al que ella llamaba “Odín”, no te pienso mentir, la verdad esa chica no estaba bien de la cabeza.
Molly era todo un desastre con sus innumerables traumas y tics, le ponía eslogan, subtítulos o sobrenombres a todo, era demasiado expresiva y explosiva, todo un personaje digno de caricaturizar, usaba voces graciosas al hablar, a veces inteligente e intuitiva, otras oportunista y egoísta, celosa o apasionada, tétrica o empalagosa, de cierta forma era bipolar pero no del todo pues cuando se enojaba solo fingía estarlo (solo una vez la vi realmente furiosa, tanto que perdió la cordura).
Ella se divertía con todo y con todos, eso incluye objetos inanimados o inexistentes, animales y personas, e incluso con ella misma, cuando quería y donde quisiese, tenía malas costumbres como el de coleccionar (robando) y ocultar objetos redondos con brillo, y a pesar de que la sorprendía haciéndolo ella siempre lo negaba y le echaba la culpa a los cuervos, inventando absurdas y nada coherentes historias para después señalar en direcciones erradas y al azar intentando distraerme diciendo que ahí estaba el ave culpable que le había traído el objeto robado.
Independientemente de eso, tenía dotes de acróbata aérea, era muy buena y creativa cuando se proponía hacer algunas piruetas en plena carrera, como ya había mencionado era muy ligera, tanto que siempre estuve preocupado por su salud, sin embargo en ningún momento mostró signos de alguna enfermedad, bueno, no incluyendo su desequilibrio mental (lo digo con cariño), bien, no obstante de todo eso pasé mucho tiempo con ella.
El día en que la conocí, después de hablar muchas cosas ridículas, decidí regresar al pueblo a pasar la noche como siempre en algún lugar distinto cada vez, y a pesar de que creí que no me la volvería a topar de nuevo, de una u otra manera entre las mañanas y las tardes siguientes coincidíamos, como si me estuviera siguiendo, aunque de hecho era ella quien me culpaba de eso, quizás lo hacía para molestarme.
Recuerdo que tan pronto nos cruzábamos de miradas ambos nos sobresaltábamos, pero ella salía corriendo pasando por detrás de la gente que molesta se hacía a un lado en su camino, tan solo para esconderse de mí, como si no la hubiera visto ya, o como si no hubiese sido planeado por ella el buscar que la viera, así de entre pilares humanos improvisados comenzaba a pasarse como si no fuera evidente que estaba detrás de mí.
Casi siempre su juego terminaba cuando inevitablemente la atención de todos se dirigía a Molly y al valiente que le dio su buena patada por estar sujetándose de sus pies, entonces no me quedaba más que dar un alto suspiro y a ella nada más que levantarse y decirme algo tonto como: “¿otra vez tú?”.
Pero comencé a valorar esos encuentros, pues cada vez que hablábamos la suerte me sonreía y esos días comía de forma decente, después de todo creía que los cuervos estaban de su lado, ya que pan y frutas era lo más practico que ellos traían, en mi situación, eso en buen estado es un banquete, además evitaba correr riesgos porque no tenía la necesidad de robarlo por mi cuenta.
Ya pasaban unas semanas de conocerla y normalmente nos encontrábamos en el pueblo por “casualidad”, aunque fuera ella quien
siempre me sorprendía casi todos los días con una nueva forma de atravesarse en mi camino, yo me hacía el duro, le decía cosas como: “¿no tienes algo mejor que hacer?” o “¿por qué no vas a molestar a alguien más?”, ella me respondía igual de tajante: “no te sientas tan importante, solo por casualidad pasaba por aquí y me diste lástima.”, entonces los dos solíamos discutir, era una buena forma de matar el tiempo.


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